viernes, diciembre 29, 2006

Fue una semana en tu casa. Sólo una. Desayunábamos leche y melón. Por la tarde fuimos apenas a dar un par de vueltas. Luego, de regreso, limpiabas la sala y el patio. En las mañanas levantabas las cobijas mientras yo te miraba. La última noche me besaste suavemente y al día siguiente me fui.

jueves, diciembre 28, 2006

Tus fotografías se quedarán pegadas al muro, viendo pasar los días, uno a uno, hasta que se hagan viejas.

miércoles, diciembre 13, 2006

Lloraste en silencio mientras yo te miraba con los adjetivos del hombre más repugnante del mundo y otros insultos llenos de rabia y ceguera, al tiempo que pensaba que luego de aquella despedida en la que me abrazaste con una pasión y ternura inéditas, jamás, luego de esa lágrima que apareció en tu rostro, volveríamos a estar juntos (mi mano con la tuya), pese a que por los razonamientos más pueriles que cualquier extraño imaginara, sería completamente lo contrario y y se pudiera decir como consejo callejero que apenas son heriditas que nada importan pero que en este caso no sólo castigaban al enfermiso y malsano fervor que hacia ti me arrastró durante tanto tiempo, pero que los insultos y las lágrimas innecesarias se tendrían que encargar de colocar en tercer o cuarto plano porque ahora era un hombre limitado a un puñado de frases cuyo sustento eran ignorados, colocados al margen, porque lo que en verdad importaba era la necesad y la estulticia antes que los siguientes días que para mí fueron en verdad aciagos y oscuros como el silencio que debió involuntariamente mediar entre cada bocado, suspiro y aliento, depreciados constanteme, hasta que, cansado y lleno de furia, busqué nuevamente quitar la postiza cáscara de insultos y agravios, aunque tu complicidad se había encargado de nombrar cada uno de mis pasos (no importaba a dónde me dirigiera), que siguen dibujándose aún el día de hoy (en sueños y en vigilia) entre tormentos de esas lágrimas que al igual que tus caricias no desaparecen, no se van.

domingo, noviembre 12, 2006

12_de_noviembre

no recuerdo porqué me levanté el día de hoy pero sé que sigues en estos pasos, que ayer te besé con labios de lluvia y que hoy estoy de pie en la misma esquina en la que nada alcanza, ni tus manos robabordes, ni mis labios de lluvia, ni este domingo a prueba de amores en el que salí sin llaves de las cobijas y en el que no recuerdo cómo empecé a caminarte.

De Simulacro.

martes, octubre 17, 2006

Estoy en el peor día de mi vida.

sábado, septiembre 30, 2006

La Bamba

Yo no soy marinero. Ni lo seré.

lunes, septiembre 11, 2006

paloma negra

Ya me canso de llorar
y no amanece.
Ya no sé si maldecirte
o por ti rezar.
Tengo miedo de buscarte
y de encontrarte.

Hay momentos en que quisiera
mejor rajarme
para arrancarme los clavos
de esta pena.

Pero mis ojos
se mueren
sin mirar tus ojos.

Y mi cariño
con la aurora
te vuelve a esperar.

¡Paloma negra, paloma negra!
¿Dónde andarás?

Tus caricias
deben ser mías,
de nadie más.

Y aunque te ame con locura
ya no vuelvas.

Paloma negra,
eres la reja de un penar.

¡Dios, dame fuerzas,
que estoy muriendo
por irla a buscar!

lunes, agosto 28, 2006

de Jorge Fernandez Granados

Me pesarán tus ojos de aquí hasta la muerte; la culpa ha sido mía, yo no debí mirarlos.

lunes, junio 12, 2006

conjuro de FG

Que no haya en tu memoria más recuerdo que mis caricias, ni en tu esperanza otro refugio que mis brazos, ni en tus manos otro tacto que mi rostro, ni en tus oídos otra huella que mi voz, ni en tus ojos otra sombra que mi éxtasis, ni en tu olfato otro prefume que mi sexo, ni en tu lengua más sabor que mi piel...

viernes, mayo 12, 2006

cabellos

Me viste fijamente, con una gran insistencia, a los ojos, mientras nos ocultábamos en el silencio y yo, supongo que tú también, me nublaba de recuerdos, todavía de hace unos meses, que inicibaan en violentos y cínicos flirteos que finalizaron ya cuando te acariciñe las piernas, detrás de los biombos de un museo, y, al día siguiente, con un labio sangrado de una mordida que me diste luego de que, tras el almuerzo, te arrinconé a las afueras del hotel en que estábamos y te besé como si fueras la última mujer en mi vida, para que después corrieras con un hilo rojo que te escurría de la boca y que no supiste limpiar, porque tus amigas y compañeras te preguntaban con insistencia lo que te había ocurrido y tú sólo atinabas a reírte nerviosamente y evadir el tema, hasta ya más tarde cuando todos notaron lo nerviosos que estábamos, tú y yo, al encontrarnos en aquella cena a la que asistí por razones que yo mismo desconozco pero que tengo en mi memoria con nítida precisión (esa noche bebí apenas una copa) porque nos escurrimos lejos de comensales y nos abandonamos en la pasión hasta que dieron las cinco de la madrugada y tú alegaste que debías regresar a tu cuarto, hacer tu maleta y voler a esta ciudad, nuestra ciudad, lo antes posible para encontrarte con tu familia querida y, creo, con el hombre que aquella tarde te tomaba de la mano mientras nos mirábamos en silencio y pensaba entre tanto el día en que volveríamos a vernos, lejos de la mano de alguien.

jueves, mayo 11, 2006

Debiste saber lo que hacías al confesar que tus vecinos habían roto la tranquilidad de la madrugada con gritos que, según tú, no se comparaban a los tuyos, tan estridentes, que hacían cimbrar edificios (sic), pero que esa tarde, en la que apenas fueron nombrados, lograron perturbarme con verdadera vehemencia, ya que tras esta afirmación siguieron imágenes insinuantes y sucias (como esa en la que recordabas tus salidas a la calle, con apenas un abrigo y el perfume que usabas, para cruzar la calle y ver a una amiga) que tuvieron como fin la frase misma que tú esa madrugada de los gritos pronunciaste en silencio y para ti, y luego frente a mí con una sonrisa malsana, pero que durante esa charla quedó en mi boca, y que si intento repetir ahora es porque luego de todas las insinuaciones es acaso el título de nuestro encuentro que comenzó aquel ya lejano día en que te llevé a mi departamento y yo, desesperado y nervioso, apenas si pude pegar los ojos pensando que estabas justo en mi cama, al lado mío, y tú, creo, abstraída en todo lo que yo, en ese momento, desconocía de ti, pero que, días más tarde, luego de tu reclamo por mis desapariciones, comprendí esa misma tarde en que yo gastaba la tarde en una desordenada y picante charla que, supongo, no deseabas tú tampoco que terminará, pero que simplemente se apagó cuando te abracé y olí tu pelo, horas más tarde en tu cama, al momento que busqué tu mano, y tú me dijiste que ésta no estaba, porque se había perdido entre las sabanas, como igual me encontré yo perdido no sólo en la natural voluptuosidad de tus pasos y tus labios, apenas pintados, y esos hombros y muslos que involuntariamente presumiste en tu cocina, en tu sala y en tu recamara, sino también en esa historia tuya que se me fue revelando día a día, tan llena de pasión, que, pese a que te niegues creerlo, me hizo desear vivir contigo en éxtasis, porque, sí, entérate que todo este tiempo, como te comentaba al principio que tú me decías, me he quedado con toda esta energía pegada aguardando el momento en que vuelva a buscarte a ti y a tu mano perdida.

martes, mayo 02, 2006

Recitar!

Mentre preso del delirio non so più quel che dice e quel che faccio! Eppur... e d'uopo... sforzati! Bah, se' tu forse un uom! Ah, ah, ah. Tu se' Pagliaccio!

Vesti la giubba e la faccia infarina. La gente paga e rider vuole qua, e se Arlecchin t'invola Colombina, ridi, Pagliaccio, e ognun applaudirà! Tramuta in lazzi lo spasmo ed il pianto; in una smorfia il singhiozzo e il dolore...

Ridi, Pagliaccio, sul taro amore infranto! Ridi del duol che t'avvelena il cor!

viernes, abril 28, 2006

Ahí te dejo un beso y una taza de café frío. Para cuando despiertes ya estaré rumbo al olvido.

lunes, marzo 20, 2006

Fue tu rostro, sí, tu rostro, el que vi en aquella mediocre película mexicana a la que permanecí atento para intentar volver a verte actuando como extra, papel que representé seguramente de forma tan efímera en tu vida, ya que, tras esa última llamada que tuvimos, supe de manera contundente, triste y lastimosa que seguiría siendo, frente a ti, un espectador y, para mí, protagonista de un fiasco de película mexicana que no alcanza siquiera a entretener por lépera y vulgar, y sí, más bien, al bostezo y a los mejores años de decadencia del cine de barriada, moralino, cuyos dramas, vistos en perspectiva, hacían miserable, por soporífera, la existencia, ya que son acaso más divertidas las horas de History Channel, y el apareamiento entre insectos, que, según me lo hiciste entender, estar a mi lado, presenciando cómo "malgasto" mis días y dinero en beber y en redactar este diario más lleno de mentiras que de anécdotas, en las que, por más que insistas, apenas has aparecido en una ocasión (impronta personal y marca de esa protagónica e intensa pero breve relación).

miércoles, febrero 22, 2006

condición

aquí sólo hay































tristeza.

lunes, febrero 06, 2006

¿cómo olvidar?

El cielo se ha adentrado en una de sus tantas tonalidades grises. Sin saberlo, es ya el compañero ideal para visualizar un horizonte imposible, aunque tampoco intuya que el fuego real desanida el cuerpo por dentro. ¿Cómo olvidar?, es la súplica de la epidermis. ¿Cómo hacerlo sin dejar de ser justo y el palmo de piel menos visible quede fuera de una eclosión siniestra? El tema no es el vigor de los hombres íntegros o la falsa ilusión de una antigüedad reciente o borrar la cinta de la memoria como se lo haría con la palabra escrita a lápiz. El conflicto, mayor y solitario, es saberse desprendido del palmo de piel y seguir siendo hombre: desajustar la cuerda que sostiene el pasado como hilo perenne, como enlace sublime con lo que alguna vez fue bello. ¿Cómo olvidar?, pregunto de nuevo y el halo de la respuesta me cercena como si de cortar gargantas se tratara, como si el tiempo detenido se remitiera sólo a la lágrima en el pómulo, fría, indecisa, estancada eternamente. Gota, agua, río eterno. ¡Por dios, pongo mi cabeza en la tabla para que el cauce fluya! ¿Cómo olvidar, carajo?, si entre la bruma perpetua estarán las efigies e instantes que construyeron el esbozo de las miradas, la complicidad magnífica de lo sabido, el silencio pobre y obtuso que llama a los mortales a su inevitable lecho. La perversión domina de nuevo los cuerpos débiles y oculta el sufrimiento. Y sigue ahí, en un lugar intacto llamado huella. ¡Malaya sea el tiempo! ¡Va mi espada en prenda por una pedestre cicatriz! Pero la sangre fluye por fuera, crea formas perniciosas en las monturas y lanza su ingenuidad hacia fuera para reafirmar su presencia. Raudo carmesí. ¿Cómo es el dolor si el pasado lo muestra opaco, como si por una genialidad cruel hubiera saltado los años? Ahora la conmoción es otra, más rabiosa, más entera, acaso también, quiero creerlo, más noble, de esa nobleza que sin embargo no eclipsa el puñal que cortará las venas. ¿Cómo olvidar? Házmelo saber, señor, y empeñaré mi palabra, pondré mis sílabas al amparo y voluntad del juez perfecto. Soy, lo sé, un bombero que no puede, no sabe, apagar el fuego. Por favor, quiero saber cómo olvidar y prometo ser hombre muerto.

Tomado de Del Valle notes

viernes, febrero 03, 2006

Son ya incontables las noches que he pasado bebiendo cerveza y mirando hasta casi el amancer [Adult Swin], sin más que traer como carrusel esa última noche, en la que, sin que lo planeáramos, llegué hasta tu departamento y me recosté, al lado tuyo, con el recuerdo de Cortázar en medio, mientras me contabas que el tipo que te persigue con insistencia y torpeza había imaginado que esa tarde mi presencia obedecía a que tan sólo te acompañaría a la puerta de tu casa y tal vez a charlar con vehemencia sobre dos o tres tonterías que, según refieres, a razón de él, me dedico sólo a hablar como enajenado sin poner atención en que debiera, más bien, entregarme en cuerpo y alma al flirteo que, dicho sea entre nosotros, sabes que no se me da, aunque asegures que es lo único que he hecho desde el momento en que toqué por vez primera a tu puerta y tú no hiciste otra cosa que hablar sin reparo y respiro de ti y de lo difícil y enredada que es tu vida, advirtiendo que desistiera del poco creíble e inesperado fervor que te confesé aquella tarde en la cocina al momento que rompías unos vasos alegando que yo te había puesto nerviosa, porque la sola idea de estar juntos te nublaba el juicio y el sentir ya que días después, durante esa fiesta de adolescentes, buscaste la indiferencia entre nosotros sin que la respetaras tanto, minutos más tarde, cuando anuncié a una amiga tuya que huiría a dormir y tú hiciste del escándalo tu reflector porque tiraste vasos y botellas y aventaste gente, para abrirte paso, hasta alcanzarme y tomarme de la mano para pedir, casi susurrando pero extremadamente audible, que tenía que volverte a buscar al día siguiente y continuar con las charlas en las que no hacíamos más que entregarnos al borde de la saciedad al culto a tu persona que fue nuestro pan de cada día y que terminó casualmente esa última noche en que, por razones que no tiene caso mencionar, de mi parte sólo existió el silencio hasta que muy temprano, casi al amanecer, abandoné tu casa y tus palabras.

jueves, enero 05, 2006

also

...Y vi los hombres caer en una profunda tristeza. Los mejores se cansaron de sus obras. Se lanzó doctrina acompañada de un credo: "¡Todo está vacío. Todo es igual. Todo pasó!" Y en todos los montes repercutió el eco: "¡Todo está vacío, todo es igual, todo pasó!" Verdad es que hemos cosechado. Pero ¿por qué se han podrido y ennegrecido nuestros frutos? ¿Qué es lo que cayó la última noche de la mala luna? Todo esfuerzo ha sido en vano. Nuestro vino ha cambiado convirtiéndose en veneno. Una maldición ha amarilleado nuestros campos y nuestros corazones. Nos hemos secado por completo, y si cayera un rayo sobre nosotros, volarían hechas polvo nuestras cenizas. Sí; hemos cansado al mismo fuego. ¡Todas las fuentes se han secado para nosotros, y el mar se ha retirado! ¡Todo los suelos quieren abrirse, pero ningún abismo quieren tragarnos! ¡Ay! ¿Dónde hay un mar donde pueda uno ahogarse? Así resuena nuestra queja, esta queja que cruza sobre los tranquilos pantanos. ¡En verdad, nos hemos cansado demasiado para morir; ahora continuamos viviendo despiertos... dentro de criptas funerarias!...