viernes, mayo 12, 2006

cabellos

Me viste fijamente, con una gran insistencia, a los ojos, mientras nos ocultábamos en el silencio y yo, supongo que tú también, me nublaba de recuerdos, todavía de hace unos meses, que inicibaan en violentos y cínicos flirteos que finalizaron ya cuando te acariciñe las piernas, detrás de los biombos de un museo, y, al día siguiente, con un labio sangrado de una mordida que me diste luego de que, tras el almuerzo, te arrinconé a las afueras del hotel en que estábamos y te besé como si fueras la última mujer en mi vida, para que después corrieras con un hilo rojo que te escurría de la boca y que no supiste limpiar, porque tus amigas y compañeras te preguntaban con insistencia lo que te había ocurrido y tú sólo atinabas a reírte nerviosamente y evadir el tema, hasta ya más tarde cuando todos notaron lo nerviosos que estábamos, tú y yo, al encontrarnos en aquella cena a la que asistí por razones que yo mismo desconozco pero que tengo en mi memoria con nítida precisión (esa noche bebí apenas una copa) porque nos escurrimos lejos de comensales y nos abandonamos en la pasión hasta que dieron las cinco de la madrugada y tú alegaste que debías regresar a tu cuarto, hacer tu maleta y voler a esta ciudad, nuestra ciudad, lo antes posible para encontrarte con tu familia querida y, creo, con el hombre que aquella tarde te tomaba de la mano mientras nos mirábamos en silencio y pensaba entre tanto el día en que volveríamos a vernos, lejos de la mano de alguien.

jueves, mayo 11, 2006

Debiste saber lo que hacías al confesar que tus vecinos habían roto la tranquilidad de la madrugada con gritos que, según tú, no se comparaban a los tuyos, tan estridentes, que hacían cimbrar edificios (sic), pero que esa tarde, en la que apenas fueron nombrados, lograron perturbarme con verdadera vehemencia, ya que tras esta afirmación siguieron imágenes insinuantes y sucias (como esa en la que recordabas tus salidas a la calle, con apenas un abrigo y el perfume que usabas, para cruzar la calle y ver a una amiga) que tuvieron como fin la frase misma que tú esa madrugada de los gritos pronunciaste en silencio y para ti, y luego frente a mí con una sonrisa malsana, pero que durante esa charla quedó en mi boca, y que si intento repetir ahora es porque luego de todas las insinuaciones es acaso el título de nuestro encuentro que comenzó aquel ya lejano día en que te llevé a mi departamento y yo, desesperado y nervioso, apenas si pude pegar los ojos pensando que estabas justo en mi cama, al lado mío, y tú, creo, abstraída en todo lo que yo, en ese momento, desconocía de ti, pero que, días más tarde, luego de tu reclamo por mis desapariciones, comprendí esa misma tarde en que yo gastaba la tarde en una desordenada y picante charla que, supongo, no deseabas tú tampoco que terminará, pero que simplemente se apagó cuando te abracé y olí tu pelo, horas más tarde en tu cama, al momento que busqué tu mano, y tú me dijiste que ésta no estaba, porque se había perdido entre las sabanas, como igual me encontré yo perdido no sólo en la natural voluptuosidad de tus pasos y tus labios, apenas pintados, y esos hombros y muslos que involuntariamente presumiste en tu cocina, en tu sala y en tu recamara, sino también en esa historia tuya que se me fue revelando día a día, tan llena de pasión, que, pese a que te niegues creerlo, me hizo desear vivir contigo en éxtasis, porque, sí, entérate que todo este tiempo, como te comentaba al principio que tú me decías, me he quedado con toda esta energía pegada aguardando el momento en que vuelva a buscarte a ti y a tu mano perdida.

martes, mayo 02, 2006

Recitar!

Mentre preso del delirio non so più quel che dice e quel che faccio! Eppur... e d'uopo... sforzati! Bah, se' tu forse un uom! Ah, ah, ah. Tu se' Pagliaccio!

Vesti la giubba e la faccia infarina. La gente paga e rider vuole qua, e se Arlecchin t'invola Colombina, ridi, Pagliaccio, e ognun applaudirà! Tramuta in lazzi lo spasmo ed il pianto; in una smorfia il singhiozzo e il dolore...

Ridi, Pagliaccio, sul taro amore infranto! Ridi del duol che t'avvelena il cor!