viernes, abril 27, 2007

condimento de la vida

La mostaza es sabor. El aderezo es el extra que añade placer. Si bien es cierto que un alimento lleva intrínsecamente su propia respuesta al paladar, es posible también que haya una forma de mejorarlo, de superarlo. Porque el comer deja de ser una actividad de simple supervivencia para convertirse en parte del hedonismo. Y el otorgarle el carácter de delicioso a un comestible que ya por sí sólo cumple su función, es un lujo, quizá innecesario, pero que subvierte el sentido de comer y lo convierte en un ritual, paroxismo, de la civilización.

El caso de la mostaza es único. Se vuelve exquisito sólo cuando se saborea con atención, con parsimonia. De otra manera puede pasar desapercibido. Y en exceso, abruma. Es un condimento que mejora, no un comestible. Pero no para cualquier alimento. Hay que saber en qué platillo cabe y en cuál es éxtasis.

Y a pesar de la miopía y total indiferencia por la mostaza, ésta es el manjar para pocos agraciados.

Sin ella, comer es apenas alimentarse como vulgar animal.