lunes, febrero 28, 2005

Yo no quiero llegar,
yo quiero ir.

domingo, febrero 20, 2005

Caminábamos torpemente de una a otra orilla de la banqueta sobre San Juan de Letrán, pensando y confesando entre tanto que para ser más de media noche, y después de ya varias cantinas, yo algunos tequilas y tú otros tantos vodkas, el único lugar que nos faltaba aún por visitar, el que cantidades de veces imaginaste tomar por asalto y yo que de igual forma evité conocieras, era mi oscura alcoba, que ahora, tras haber echado a mis huéspedes, se convirtió en el sitio perfecto para reiniciar nuestros encuentros cercanos que por azares del destino debimos clausurar al grado de que no volviste a dirigirme la palabra, mientras yo todos los días me olvidaba de ti, al lado de una fascinante mujer que remató mi corazón como carne de segunda en un negocio de hamburguesas, porque, aseguró, a mí ya no me hacía falta y era éste el mejor uso que podría darle, comentario al que te sumaste, al atravesar Isabel La Católica, con una mirada que hizo aparecer un recuerdo, un beso y un dedo, que terminaron con la tristeza del sábado negro, el de ayer, que había vivido.

viernes, febrero 18, 2005

El poeta regañado por la musa
De Héctor Carreto

"Ante sus cabellos, el viento
fue incapaz de enredarse.
Intactos, sus labios permanecen.
Sólo la luz —camafeo— fijó el recuerdo",
fueron los versos que escribí pensando en Ella.

Después de leerlos, la Musa marcó mi número:
"¿Por qué me describes con palabras de epitafio?
Según mi espejo de mano, no estoy muerta ni soy estatua.

Tampoco quieras que me asemeje a tu madre.
¿Estás enfermo, o qué sinrazones
te obligaron a cambiar de poética?
¿Acaso aseguras un túmulo en la Rotonda de los Ilustres,
en el Colegio Nacional, o paladeas dieta vitalicia?

Escúchame: no escribas más como geómetra abstraído,
en un lenguaje de cristales que entrechocan,
capaz de pintar una batalla como ramo de madreselvas.

Confía en el instinto: que tus labios refieran con orgullo
mi talento en el baile, mi afición por el vino.
Presume al lector de mis piernas en la loca bicicleta
de los encuentros sudorosos cuyos frutos son tus epigramas.

Tampoco ocultes que tenemos diferencias.
Entre la musa que riñe contigo y la que duerme en un lienzo,
no dudes: confía en el instinto."

martes, febrero 15, 2005

Ya olvídate de eso, nunca vas a volver.

jueves, febrero 10, 2005

Sabes que a pesar de las veces en que he estado loco de alcohol no lo he necesitado para confesarte el fervor y calentura que te profeso, pero que a su vez éste mismo me ha permitido decir verdades de las que siempre dudas, y que al paso del tiempo te has dado cuenta de que son tangibles, tanto como las tantas y tantas mentiras que me has dicho y en las que en un principio he creído, pero que al paso de los días tú te has dedicado lastimosamente a la tarea de desmentir por lo mala actriz que has resultado y por lo que de otros que, en un principio me he negado a creer, pese a las evidencias, han sido la muestra fehaciente de que siempre he sido tu marioneta a la que has tratado a vil capricho y gusto, muy a pesar de mis caras de tristeza y enfado en las que no crees ni te interesan, pero que para mí son síntomas del dolor que por ti he logrado convertir en costumbre que todos los días me persigue, tanto como la culpa de la no lograda confesión que quise hacerte al hablar del día en que estuviste entregada a mí, completamente entregada, y yo sólo pude inventar una vil mentira de la que luego me arrepentí, y que tú deplorablemente desdeñaste, pero que, si te hubieras enterado, sabrías que mucho de lo que aquí dejo huella es ficción (no como tú), y que contigo he culminado mi vida errante (de la que veo por tus actitudes habré de retomar en un futuro no muy lejano) para dar paso a la incertidumbre y zozobra llena de besos y caricias, que hoy habré de olvidar porque, como lo anticipaste, esto está condenando al fracaso.