jueves, febrero 10, 2005

Sabes que a pesar de las veces en que he estado loco de alcohol no lo he necesitado para confesarte el fervor y calentura que te profeso, pero que a su vez éste mismo me ha permitido decir verdades de las que siempre dudas, y que al paso del tiempo te has dado cuenta de que son tangibles, tanto como las tantas y tantas mentiras que me has dicho y en las que en un principio he creído, pero que al paso de los días tú te has dedicado lastimosamente a la tarea de desmentir por lo mala actriz que has resultado y por lo que de otros que, en un principio me he negado a creer, pese a las evidencias, han sido la muestra fehaciente de que siempre he sido tu marioneta a la que has tratado a vil capricho y gusto, muy a pesar de mis caras de tristeza y enfado en las que no crees ni te interesan, pero que para mí son síntomas del dolor que por ti he logrado convertir en costumbre que todos los días me persigue, tanto como la culpa de la no lograda confesión que quise hacerte al hablar del día en que estuviste entregada a mí, completamente entregada, y yo sólo pude inventar una vil mentira de la que luego me arrepentí, y que tú deplorablemente desdeñaste, pero que, si te hubieras enterado, sabrías que mucho de lo que aquí dejo huella es ficción (no como tú), y que contigo he culminado mi vida errante (de la que veo por tus actitudes habré de retomar en un futuro no muy lejano) para dar paso a la incertidumbre y zozobra llena de besos y caricias, que hoy habré de olvidar porque, como lo anticipaste, esto está condenando al fracaso.