miércoles, junio 08, 2005

De furia loca fue la sorpresa que desorbitó a tus ojos tras enterarte que después de todo sí habías aparecido en un publicación para caballeros: no con un texto de los que tanto presumes y que además te han valido el respeto de un puñado de escritores que acostumbran aplaudir como foca tu trabajo intelectual: eras simple y llanamente tal y como no te imaginaste: tú y sólo tú que además de dedicarte a los pilates acostumbras alcoholizarte sin medida: vodka tras vodka: borrachera tras desmemoria idéntica a la que te invadió esa noche en que un tipo sacó su tarjeta de presentación en cuya esquina izquierda había una cabeza de conejo y que tras una breve charla te invitó a lo que ahora ya sabes y yo debo sin remedio aceptar: tu aparición y la de mi rabia que vuelve cada vez que recuerdo esto y que me hace tirar de mis cabellos al pensar en que miles de mequetrefes sin nada mejor que hacer te encontrarán entre modelos canadienses y entrevistas a celebridades que pasan desapercibidas por mis amistades quienes al consultar tal publicación suelen sólo telefonearme para preguntarme con franca desconfianza pero en espera de una morbosa afirmación si en verdad eres tú la que aparece ahí: sí es mi respuesta y niego saber cómo es que te lograste colar a tal mundillo de imágenes e impresiones a sabiendas de que debieras estar más bien en uno de esos comics gringos de personajes decadentes en los que yo sería tu patiño y atolondrado enamorado y tú a la vez una mujer delineada por los ojos de un lujurioso que conoce a profundidad tus pliegues y que con un degenerado talento sabría dibujarte en una estampa que ni yo mismo podría describir: tú hablando y escupiendo injurias y calumnias como frenética y desquiciada entre lágrimas y balbuceos sobre lo mal que te tratamos la vida y yo en especial: cuando acudes a esta recurrente escena y yo no hallo otra cosa que el monótono mutis que suelo representar por mi parte mientras pienso en cosas importantes como escribir una novela que espero sea un hitazo y que comience de forma memorable: en un lugar de Naucalpan de cuyo nombre no puedo acordarme ni mucho menos saber qué sería lo siguiente: tienes siempre la osadía de interrumpirme mis libérrimas y originales interesantes ideas para besarme y repetir ensalivadamente frases que arrojo ipso facto al no me acuerdo porque lo que enseguida hago es acariciarte lúbricamente y decirte que sí tienes toda la razón en lo que sea y más en la canallada que te jugaron al incluirte en esa publicación que muy a pesar de la incredulidad de quienes la han visto te muestra y compara frente a mujeres llenas de bolas tal y como te he querido ver: callada.