jueves, septiembre 16, 2004

Recitar!
Mentre preso del delirio non so più quel che dice e quel che faccio! Eppur... e d'uopo... sforzati! Bah, se' tu forse un uom! Ah, ah, ah. Tu se' Pagliaccio!
Vesti la giubba e la faccia infarina. La gente paga e rider vuole qua, e se Arlecchin t'invola Colombina, ridi, Pagliaccio, e ognun applaudirà! Tramuta in lazzi lo spasmo ed il pianto; in una smorfia il singhiozzo e il dolore...
Ridi, Pagliaccio, sul taro amore infranto! Ridi del duol che t'avvelena il cor!

sábado, septiembre 11, 2004

viernes, septiembre 10, 2004

Esta ciudad nos duele como una espina en la garganta.

sábado, septiembre 04, 2004

Llamaste temprano, antes de media semana, para saber por mí y el porqué de mi ausencia nocturna del día anterior, y, sin decir palabra mediante, llamaste nuevamente, minutos más tarde, pero esta vez a la puerta de mi casa, ya no para acompañarme como una semana atrás a tomar café a El Jarocho y charlar sobre el tiempo perdido, así como de una inquietante preocupación que, nacida de no sé dónde, tienes ya por mí, sino para, de entrada, abofetear mi inextinguible concupiscencia que insinué y traté de incitar al recibirte ataviado con una toalla que me hiciste cambiar rápidamente por ropa más bien aburrida, porque, lo que en seguida se te ocurrió, sin mirarme a los ojos un sólo momento desde que hubiste entrado hasta que salí de mí alcoba, fue lavar una pirámide de trastos olvidados mientras alegabas de forma dulce pero enérgica, que por "nuestro bien" debía yo ausentarme tanto de los brindis de principio como de fin de semana, ya que el sendero de la vida nada valioso me había dejado los últimos años, como tampoco el fuego indomable de mi violenta pasión que muestro en mis afectos (sic), y que por mí debía yo procurar dominarme, sin olvidarme, continuaste, que mi talento (lo que fuera a lo que te referías), mis relaciones y mi instrucción me tenían reservados muchos goces, ello porque deplorabas el aislamiento y el alcoholismo al que me he confinado, así como, recientemente, por la fatal inclinación que me arrastra a una mujer que lo único que puede hacer por mí es compadecerme, sin darme cuenta que, y no supe si era una declaración formal de amor, hay personas que preocupo y lastimo, tal como aseguraste ocurría en ese mismo instante en el que me había evadido de tu monólogo diatriba para sumergirme en las páginas de mi querido libro Die Legende vom heiligen Trinken, porque ya entonces te encontrabas frente a mí tomándome de las manos, y con tus rasgados ojos a punto de llorar, me orillaste a prometerte que cambiaría las conversaciones etílicas y los abruptos y espontáneos amores, por las charlas domésticas y la consumación de algo que preferiste ya no mencionar, porque entonces hubo sólo y finalmente una caricia y una despedida a la que han seguido esas puntuales llamadas de cinco minutos todos los días, antes de partir al trabajo, y en las que me reiteras debo cumplir cabalmente la soporífera promesa que, dicho sea entre nosotros y que a ningún lector entrometido le deba importar, soporto sólo a través de tus risas telefónicas.

miércoles, septiembre 01, 2004

no faltará la historia que te he relatado mientras movía las manos creyéndome otro;